El problema de vivir bajo este cielo de remiendos, es que cuando menos pienso el agua acumulada empieza a llover por entre las costuras. Tiene también sus ventajas, por supuesto, como la de poder hacer a un lado la monotonía agregando un retazo rojo que se sale por completo del cuadro, pero no deja de ser difícil. Además, se viene abajo por pedazos, y no un pedazo a la vez, sino muchos al tiempo. Yo estiro los brazos, empujo con las palmas, tenso los dedos, pero cada vez lo veo más destartalado y los días de sol, tan propicios para sentarse a reforzar las costuras de los remiendos, los veo cada vez más lejanos.
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