martes, 21 de diciembre de 2010

Se me enfriaron los pies

Se me enfriaron los pies y desde eso se me está saliendo el alma. La invito a caminar y ella no quiere, aunque se queje de tanto estar en casa. Que si fruta o helado, ella no come, aunque le ruja el estómago del hambre. Que vamos a escribir, que no, no puede, tiene calambres. No sé, pero de a pocos, se me ha ido escapando. Me va quedando un hueco que no me deja concentrarme en nada y me la paso, paso por paso, pasando páginas.

domingo, 19 de diciembre de 2010

País Tormenta

Volví a lo mío, a mi terruño, a la casita de mis padres. Más que casita es un apartamento y desde el quinto piso miro este país que se inunda. Lo miro no por las ventanas, sino por las fotos del periódico donde otros, menos afortunados, nadan sobre los techos de sus casas.

El país es ahora mar, río, laguna. Y la gente, flotando en la sala de su casa, trata de entender palabras exóticas sobre la escasez del agua. ¿Escasa dónde? No acá donde las neveras flotan. No acá donde a las vacas se les entierran las patas en el lodo. No acá donde un barquito flota río abajo, atestado de gente, en busca de un trozo de tierra seca.

Escasa allá donde el cause del río se agrieta, en quejas de sed, tragando la última gota de agua. Escasa allá donde los cactus permanecen rígidos, para no derramar el agua que lograron absorver cuando todavía había lluvia. Escasa allá donde los caminos son de polvo y se los lleva el viento. Escasa allá donde todo tiene el color de la tierra y uno no sabe si está hecho de ella o si se ve así porque el polvo del camino nos nubló los ojos.

¿Por qué no vienes, grieta, a tragarte esta agua?
¿Por qué no sorbes, cactus, el exceso de esta lluvia?
¿Por qué no te haces río, camino, y te llevas en tu cause lo que aquí sobra?
Sopla, sopla, sopla viento y conduce a los desiertos estas nubes de tormenta.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Cuestión de pelos

Ten cuidado al andar por la calle, no te olvides de estar siempre bien bronceada, ejercitada, peinada, maquillada, ataviada, en una palabra, arreglada. Y por supuesto, como no, perfectamente depilada. Que si todo o nada, preguntan. Yo elijo el término medio. Nada mejor que unos cuantos pelos "fuera de lugar" para recordarme lo que de humana queda en esta muñequita.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Como me hablo a mí

Sería bonito tener a alguien para hablar como hablo conmigo. Alguien que sólo me escuche, sin dar respuestas, sin dar consejos. Alguien que sepa tanto como yo, que no tiene nada que responderme, nada que aconsejarme. Sería bonito incluso, que le pudiera hablar sin palabras, como en mi mente, sin tener que armar cuidadosamente cada frase, sin miedo a las malinterpretaciones. Por ejemplo le diría ahora que es difícil tener hormonas. Que ese no sé que incontrolable de una vez al mes, no soy yo misma. Son esas pastillas. Son esos seres. No sé. No soy yo la que grito, no soy yo la que estallo y sobre todo, no soy yo la que tiro cosas contra la pared. Sería bonito poder decirle, sería bonito.

lunes, 25 de octubre de 2010

Rendirse

Yo no sé si rendirme ya o más tarde. Ahora la verdad no tengo muchos ánimos, así que creo que lo dejaré para después. A veces andar aplazando todo no es tan malo, mientras uno le vuelva a dar la oportunidad. Por ahí de pronto encuentra un mejor momento. Como ahora por ejemplo, que voy a aplazar esta agotadora tarea de rendirme. Quien quita que después encuentre un momento más propicio: depresivo, oscuro, sin sol de primavera, hambriento. Por ahora, mejor seguir intentando otras cosas, uno no sabe que de pronto algo le salga bien.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Sin remiendos

Alguien cosió el cielo roto, y lo cosió tan bien, que ahora hay un cielo azul, perfecto cielo de verano, cielo sin nubes y sin remiendos.
Esos amenazantes e invernales nubarrones negros, parecen cosa del pasado y no se habla más de la tal tormenta de Santa Rosa.
Hasta un rayo de sol se viene escapando cada mañana para entrar hasta nuestra cama y descansar por un momento en tu frente.
Es cosa de 10 minutos durante los cuales tú te sientes especial, como besado por el sol, como elegido entre los hombres.
Yo mientras tanto miro ese rayo que flota entre la ventana y tus ojos, y me pierdo en la maravilla de las partículas de polvo que danzan, dejándome asistir, aun con tantos siglos de retraso, a la formación del universo.
Entonces me permito pensar que, más que la primavera, está llegando a mi cuarto la esperanza.

Son sólo diez minutos, repito, ¿y después?
El sol de va, tú vuelves a tu sueño profundo y yo me cobijo con las nubes negras de mi desesperanza.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Melancolía

¿Qué es la melancolía? Es esto, esto que estoy sintiendo, esto que no sé cómo se llama. Sí, ya sé, yo lo llamo melancolía, pero, ¿es melancolía esto?
Esto que estoy sintiendo, esto que llamo melancolía, es la pregunta sin respuesta.
El final de una historia que sólo viví yo, se me ha perdido y no sé dónde buscarlo.
¿Cómo encontrarlo?, una historia con un final que desconozco, una película más que me dormí, un poco después del medio, y que no retrocede, que terminó sin mí, que no se inmutó al saber que la protagonista estaba profundamente dormida, y sin beso de príncipe que la despertara al final, sólo un señor de uniforme sacándome de la sala de cine, para terminar de barrer las crispetas desparramadas por el suelo.
Al final de la historia, soy un charquito de gaseosa ya seco, en el que de vez en cuando, y por un segundo, algún pie se queda pegado.

sábado, 17 de julio de 2010

Para decirte que no tengo voz

Cómo te digo que no tengo voz, si de verdad no puedo hablar. No lo entiendo; yo te susurro con más aire y labios que palabras, que no tengo voz y tú insistes en hacerme preguntas. Cómo te explico. Cómo te digo que ¡No puedo decirte nada! No hay respuestas. NO. Esta mañana hay sólo silencios, mudez, palabras atrapadas en los labios. Mi garganta es una cajita de música que ya no suena. Léeme los ojos. Léeme los labios. No-pue-do-ha-blar.

miércoles, 30 de junio de 2010

Mi cielo de retazos

El problema de vivir bajo este cielo de remiendos, es que cuando menos pienso el agua acumulada empieza a llover por entre las costuras. Tiene también sus ventajas, por supuesto, como la de poder hacer a un lado la monotonía agregando un retazo rojo que se sale por completo del cuadro, pero no deja de ser difícil. Además, se viene abajo por pedazos, y no un pedazo a la vez, sino muchos al tiempo. Yo estiro los brazos, empujo con las palmas, tenso los dedos, pero cada vez lo veo más destartalado y los días de sol, tan propicios para sentarse a reforzar las costuras de los remiendos, los veo cada vez más lejanos.

jueves, 17 de junio de 2010

Propósitos

No es tiempo convencional para propósitos, pero ¿qué puedo hacer? Me cogió el día...
Y quiero proponerme ser feliz, porque creía que era muy, muy difícil, y por eso, no me lo había propuesto nunca. Por eso no compraba ningún libro con ese título (y no lo compro todavía, porque no es cosa de libros), pero ya sé que se puede, porque ya conocí gente, o mejor dicho, ya me di cuenta de que siempre había conocido gente que es feliz, y revisando los diferentes casos, llegué a la conclusión de que cumplo con todos los requisitos para entrar en la lista. Cosas pendientes: terminar el ciclo de "La guerra de las galaxias", encandilar mi odio y armarme de una sonrisa permanente (así tenga que sostener los extremos con cinticas).

lunes, 19 de abril de 2010

Tinto

Yo nunca fui muy fanática del tinto (café negro), pero un buen capuchino de vez en cuando o un granizado de café para la sed siempre me tentaron. Pero acá sí que no se puede tomar tinto (café), sólo tinto (vino), porque el tinto (café) es una cosa amarga, muy amarga, con un desagradable sabor a quemado como fondo por el que a uno tienen el descaro de cobrarle, mínimo, $2000, colombianos.
O si no está el capuchino, por la módica suma de $6500, mínimo; un café negro, muy negro, amargo, muy amargo y con el mismo sabor a quemado en el fondo, que te traen en un pocillo alto y estilizado, pero transparente (eso de tomar café en vaso de vidrio no termina de convencerme), y que tiene encima una espuma blanca de leche que debería disimular el terrible sabor del café, pero que no lo logra. Quizás esta receta del capuchino sea más original que la colombiana (por eso de la migración italiana y qué se sho), o quizás la única diferencia sea el vaso de vidrio y, por supuesto, el sabor del café.
Sea como sea, me quedo con la versión colombiana, del café y de lo que lo acompaña, siempre y en cada lugar, porque ya estoy harta, triste y aburrida de pagar $7500 (colombianos) por un tinto asqueroso (que no fui capaz de terminar), un vasito de agua con gas (que no soporto, igual que nunca soporté la Bretaña) y seis pedacitos de pan quemado que insisten en llamar tostadas, junto a un platico con una mantequillita de las que dan en el avión, que insisten en llamar manteca y que hay que pagar aparte, y al mismo precio que las "tostadas", para poder disimular el sabor quemado de ese pan sin nada.

viernes, 2 de abril de 2010

Tengo terraza

Hoy descubrí mi terraza. Bueno, decir mía es decir demasiado; es una terraza comunitaria. No es nada del otro mundo, es un piso de aislante plateado asquerosamente lleno de pendejadas. Estos porteños son un poco cochinos, o no digamos cochinos, más bien amigos de la acumulación, un poco como el tío zalo. La terraza es grande y, aunque la vista no es muy alentadora (más bien parece un recuento de los escombros de una guerra), se podrían hacer buenos asados ahí. Pero por ahora solo hay asquerosas canecas llenas de líquidos nauseabundos en los que probablemente se crían los mosquitos que me pican cada noche, una parrilla derruída y tres duendes sin manos al borde de perder la cabeza. Bueno, es una terraza asquerosa, con algunos espacios libres de cosas donde no estaría mal sentarse un día de sol (eso sí, trayendo unas sillitas)... nada del otro mundo, pero tengo terraza.

Cielorroto de pena

Todavía no llora el cielo, pero ya frunce el ceño para hacerlo. Ya la cara se le llenó de nubes, el viento sopla frío y el aire está tan denso que me parece casi que las gotas van a condensárseme en el cuerpo. Pero, ¿por qué va a llorar hoy el cielo? ¿Va llorar por él, o porque supo ya que eran todos cuentos? ¿Porque lo engañaron tantos años y supo al fin que las parejas no se quedan pegadas? ¿Va a llorar por costumbre, porque no es viernes santo si no llueve, porque ya lo esperamos, porque a él ya le cuesta no hacerlo? ¿O va llorar aquí por las Malvinas, porque ya no son de ellos, porque no importa cuanto le cambien los colores en los mapas, las perdieron? ¿Es un cielo distinto el que llora acá al sur o allá en el norte? ¿Llora el cielo en la India o en la China? ¿Por qué, por qué llora el cielo?
Llora, tal vez, para que yo llore con él acá en mi encierro de viernes transformado en domingo, de novio trabajando, de amigas no sé donde, de museos cerrados y de cielo con el ceño fruncido.

jueves, 1 de abril de 2010

Visitas virtuales

El lunes te visité todo el día. Te vi dormir, te vi llorar, te vi comer, vi cómo te bañaban, te vi reirte, te vi hacer gimnasia y hasta te escuché intentando hablar. Mientras tanto te vi mirarme, mirarme detenidamente, sorprendida, concentrada, sin poder pensar en nada más; ni en la canción que cataba Cata, ni en el agua que te corría por el cuello, ni en la leche que te esperaba en el tetero. Pero yo era una pantalla con cara y me pregunto si entendiste que era yo, que yo también te veía, que yo al otro lado me moría de las ganas de cargarte, de abrazarte, de darte picos en los enormes cachetes. Soy para ti una cara en una pantalla y ¿hasta cuando? Es lo que más me pregunto: ¿qué cara vas a poner el día en que te des cuenta de que yo, la "tía Anita", debajo de esa cabeza, tengo un cuerpo?

domingo, 28 de febrero de 2010

No hay nadie como tú

Nadie con unos cachetes más grandes, con el pelo más liso, con la boquita más estripada. Nadie que me tenga tantas horas mirando fotos en el computador. Belleza, hermosurita, ojalá cuando nos conozcamos ya sepas quien soy y no te sorprenda descubrir que esa imagen detrás de la pantalla tiene tres dimensiones. Ojalá cuando me conozcas sepas que me pasé horas contemplándote, aunque estuviera al otro lado del continente, y que te presté mi seudónimo preferido para que tuvieras el mejor de los nombres. Te quiero. Mua.

viernes, 26 de febrero de 2010

1, 2, 3,..., 365

Un año. Mucho, mucho bife de chorizo, empanadas argentinas, pizza y milanesas. Buenos viajes, buses baratos, combo extranjero, fiestas, bailes y fotos.

sábado, 20 de febrero de 2010

Demora

El subte decide por mí cada vez que se demora. Es difícil contar con él. Cuando quiere se porta muy bien, juiciosito, y no necesito más de diez o veinte minutos para ir a donde quiero. Pero si no... Qué será lo que piensa, que le pasa por el motor, cuando ve a todos esos pasajeros esperándolo, con sus caras de tragedia y listos para empacarse en sus vagones como sardinas, porque él se levantó tarde, porque se quedó dormido, porque a sus pistones se les quedaron pegadas las cobijas. Y el conductor ahí, cumplido como siempre, sentado en su cabina miniatura donde no puede ni estirar las piernas. Y los pasajeros ahí, compactados en los vagones, respirando el aire ajeno y tratando de ignorar la presión del codo del vecino o la sensación húmeda del brazo sudado de la señora del lado; tratando de sacar el celular para avisar que van tarde para el trabajo, de mantener el equilibrio para no estripar al pasajero del fondo o de abrir campo para que la señora gorda pueda bajarse donde necesita. Que aventura, que tragedia, que maldición montar en subte a las 8:30 de la mañana.

jueves, 18 de febrero de 2010

Sin luz

Así es la vida sin luz. Así. Así no más. De pocas palabras. De pocas imágenes. De poco ruido. Por las mañanas, bañarse a oscuras y desayunar pan con mantequilla derretida, frente a la pantalla negra del televisor apagado. Por las noches sentarse en la mesa de afuera (o en la de adentro) alrededor de un vela o una lámpara de aceite y escuchar la radio (mientras queden baterias) o contar historias. Y quejarnos. Quejarnos de que no se puede mercar porque no hay nevera, de que no se puede cocinar porque no se ve nada, de que la cocina huele cada vez peor y el charco crece con el agua del congelador. Quejarnos si hace calor porque el ventilador no funciona y si hace frío porque no podemos ver una película debajo de las cobijas. Preocuparnos por no saber nada del mundo: si el subte funciona, si la familia está bien, si hay novedades en el trabajo o si alguna amiga compró un Land Rover porque está planeando un largo viaje al norte. Así es la vida sin luz. Así. Así no más.

lunes, 15 de febrero de 2010

Tres años

Va a ser el tigre el que marque el inicio de este nuevo año juntos. El tigre, para que no tengamos miedo de nada, ni siquiera de perdernos en esta jungla de cemento, en esta ciudad de calles sin final, de atardeceres detrás de los árboles. Un gong chino marca el comienzo del día y un cordero hindú, cerrará la noche. Durante el día, besos y abrazos de nuestros che boludos y un brasileñísimo olor a ajo y cebolla en la cocina. Feliz año, feliz aniversario, feliz día y un lengüetazo de perrito faldero.

jueves, 4 de febrero de 2010

Navegando

Me pasé dos días navegando por las calles de Buenos Aires, bajo mi diminuto paraguas. Cuando el viento soplaba fuerte, lo usaba como vela, mientras me deslizaba, con mis chanclas de caucho, sobre las baldosas con que algún arquitecto, que poco o nada sabía de la vida, decidió cubrir los andenes de esta ciudad. Chorreando agua desembarcaba en el trabajo, para unas horas después volver a embarcarme en una nueva aventura que me llevaría a mi casa, donde la gotera del techo ya había inundado la sala. Entonces a nadar hasta la cocina para servirse un vaso de agua. ¡De agua! Como si no fuera suficiente con tanta lluvia. Y es que en esta ciudad, el calor no le teme a nada, ni siquiera a las tormentas, y por eso, los que vivimos en ella, nos la pasamos sudando bajo la lluvia.

jueves, 28 de enero de 2010

Me derrito

Son las diez de la noche y las gotas todavía me corren por la frente como si fueran las diez de la mañana. Se respira agua. El aire es una cosa inexistente, ahogada en la humedad de esta ciudad pesada, densa, en la que el subte, sin aire acondicionado, se traga a los transeúntes y le devuelve a la calle, como un eructo, un vaho de aire caliente. Cada mañana camino sobre las baldosas sueltas de los andenes de Buenos Aires, salpicándome del agua estancada ahí por meses. Baño de renacuajo o de mosquito, agua turbia que me salta asquerosamente hasta detrás de las rodillas ,sin regalarme siquiera un instante de alivio frente al calor. Al terminar el día, el subte me escupe, como a una pepa de uva, a diez cuadras de mi casa y ¡todavía me falta caminar! Acá estoy ahora, en la casa, sudando mi cuerpo frente al ventilador que trabaja desesperado, sin que su esfuerzo sirva de nada, mientras los dos escuchamos, desalentados, como el noticiero anuncia la alerta naranja por la ola de calor. Nada de actividades al aire libre, hay que evitar los golpes de calor. Al aire libre, dicen. Y yo pienso en el aire prisionero de las cuatros paredes entre las que doy clase por horas. ¿Quién decreta la alerta por golpes de cansancio?

sábado, 23 de enero de 2010

Mosquitos

Mosquitos chupasangre me persiguen todo el día como ultralivianos de guerra descargando en mí sus misiles venenosos. Las uñas se vuelven locas arañando la piel, queriendo darme alivio. Me rasco encarnisada, pero no ayuda. Me rasco sutilmente, pero es peor. Me lleno la piel de crucecitas, una por cada roncha, pero la piquiña no desaparece. Quiero darme un baño, un baño en alcohol. Quiero que me crezca unna telaraña en el cuerpo, que me salgan ojos extra para verlos siempre, que me crezcan otras manos para estriparlos a todos. Mosquitos, malditos mosquitos que me vuelven ¡LOCA!

miércoles, 20 de enero de 2010

Lo que es el cansancio

No me acuerdo qué día es hoy y qué era lo que tenía que hacer o si tenía que hacer algo. Me duelen los pies y la cabeza de tanto caminar buscando ideas. Ideas para hacer hablar a mis alumnos un idioma que no hablan. Ideas para hacerles entender lo que yo aún no enseño. Me duelen los ojos también. Me duelen de tanto leerles las caras. A veces mientras hablan, me pierdo en unas pupilas y se me olvida lo que han dicho. A veces cuando se callan, me enredo en algunos dedos, y se me olvida que me escuchan (o que esperan escucharme). Les hablo en español aunque no entiendan (un día van a entender, ¿no?). Les hablo en inglés aunque no entiendan (un día voy a aprender, ¿no?). Quisiera hablarles en griego, en alemán, en mandarín... bueno, no tanto, pero si quisiera, a veces, hablarles en italiano, y me emociono cuando alguno se confunde y se le escapa un latte o un mangiare. Me entristece verlos fruncir el ceño, me desvela verlos bostezar y me alegra cuando se ríen, aunque sea de ellos mismos. Me extraña que se rían tan poco de mí. No sé si lo hacen por prudentes o porque son un público exigente. De verdad estoy cansada, pero ya sé que mañana voy a levantarme. Estoy muerta, pero sé que voy a emocionarme como una abuela con cada palabra nueva de mis alumnos.

domingo, 17 de enero de 2010

La Plata

Las nubes de ayer, casi nos hacen quedar en la cama, pero alguna extraña fuerza nos movió a salir de la casa aun debajo de una sombrilla. La lluvia nos siguió hasta el bus y se detuvo cuando bajamos. Contra el cielo gris, posaron para nosotros las tétricas estatuas de las plazas y un sol espléndoroso nos recibió a la salida del museo de historia natural. A la catedral, llegamos empegotados por el helado que se nos había derretido entre las manos, y ya sudando, nos subimos al bus, depués de una agotadora caminata hasta la terminal. Que buen paseo.

martes, 12 de enero de 2010

Vendaval

Y de repente, todo el aire contenido en ese mundo en suspenso, se desató en un gran suspiro. Las matas se doblaron hasta el suelo, la sombrilla se cerró de golpe y la piscina de plástico se llenó de olas. En la calle, se quebraron las ramas de los árboles y se fueron al piso las carpas de los kioscos. Y ese hondo suspiro con el que se desinfló el mundo, salió frío, helado, congelando en el acto el sudor que aún bajaba por las paredes. En la mañana, los noticieros hablaron de los muertos, los accidentes y los destrozos. Al medio día, la ciudad había vuelto a la normalidad: los caminantes, con la cara roja, cruzaban la calle para seguir la sombra, mientras un sudor colectivo llenaba los subtes, vaporizándose en olas de calor que escapaban por las bocas de las estaciones.

lunes, 11 de enero de 2010

Calor

Acá estoy con este calor de ciudad, quitándome toda la ropa que puedo, pero hasta la piel me estorba. Estoy acá, bañándome tres veces por día, con este calor húmedo que hace sudar hasta a las paredes. La calle es un un desierto húmedo, una selva sin árboles; la casa es un infierno con terraza, donde nada se mueve. Cada diez segundos me llega un leve viento desde el ventilador; está al máximo, pero pesa tanto el aire, que la sensación de frescura no dura más de dos segundos. Miro hacia el patio, donde la mesa blanca descansa, con sus tres sillas vacías y la sombrilla abierta contra un sol que ya no le llega. Al lado, las matas están tan petrificadas, que parecen de plástico. La casa entera es un mundo en suspenso, desde la una está igual, como si hubiera tomado aire y ahora aguantara la respiración a la espera de algo. Afuera, los sonidos de la ciudad continuan: los carros, el martillo de la construcción, el tren... Adentro, sólo se escuchan las cosas que yo enciendo: el ventilador, el teclado... Solo yo puedo traer el movimiento a este mundo en suspenso. Pero estoy cansada; vencida por el calor, aplastada por el peso del aire, me dejo caer en la cama. Ahora sólo se escuchan mis ronquidos y tras ellos, el ventilador luchando contra la quietud del aire.

domingo, 10 de enero de 2010

Colombianos

Me gustan los colombianos, porque se parecen a mí. Cantan las mismas canciones que yo canto, bailan, las mismas canciones que yo bailo y conversan con la misma emoción. Comen arroz atollado y suspiran por la aguapanela con limón, y, como yo, extrañan los paseos a finca, con sancocho al aire libre, música y piscina (o quebrada).

Bicicleta

A vuelta de rueda salimos ayer a andar por la ciudad.Un parque, otro parque, un carro, otro carro, un camión parqueado y un morro de arena justo sobre la bicisenda, frutas de verano a la sombra de un árbol y un sol resplandeciente acompañado de un buen calor húmedo que nos siguió toda la ruta.

viernes, 8 de enero de 2010

La ciudad y nosotros

Ayer jugamos a arrastrarnos uno al otro por las calles de la ciudad. ¡Qué bonita que se pone está ciudad con nosotros dos afuera! A mí me dolían los pies tanto, que creí que me iban a estallar, pero igual no quería que la tarde se acabara. La foto sobre el puente, quedó bonita, como siempre. Una más para nuestra colección de postales que tal vez no hagamos.
Hoy me siguen doliendo los pies y tengo un poco de sueño, así y todo me dejaría empujar un ratico afuera de la puerta. Pero tú no quieres, a ti te gusta más la casa, la hamaca, la siesta y hasta las noticias. Yo también podría echarme como perro viejo y leer un poco, pero creo que me parezco más a esos perritos falderos que no paran de mover la cola y brincar esperando a que los saquen.

miércoles, 6 de enero de 2010

Se atrazaron los reyes

Por aquí no llegaron, no hoy por lo menos. Claro que no he buscado en los zapatos, pero tengo el muy claro presentimiento de que me olvidaron. No lo habían hecho antes, nunca.
De pronto si los espero otro poquito, si dejo las zapatos cerca a la puerta, si duermo con los ojos bien cerrados...
Tal vez.

De acá para allá

Alguien me está esperando en cada esquina para mandarme a otro lado: de Villa Crespo a Once, de Once a Microcentro, de Microcentro a Belgrano, de Belgrano a San Telmo y de ahí... quién sabe a dónde...
Pero yo me bamboleo como muñeco de feria, me retuerzo como serpente con cólico, me desplazo ágil como saltamontes. Y al final, por supuesto, estoy mareada como cliente de ciudad de hierro.
Lo bueno es que siempre, a pesar del mareo, siempre, después del mareo, queda algún rastro, algún indicio de camino, alguna especie de seña sin dirección exacta, pero suficiente para ponerme de nuevo en movimiento.

domingo, 3 de enero de 2010

Costanera sur

Volvieron los díás de verano. Cielo azul, cero nubes y treinta y un grados centigrados. En la costanera sur, se reunen las familias para descansar junto al río que alguna vez pasó por ahí y que ahora está a unos cuantos metros escondido detrás de la espesa capa de árboles que llaman Reserva Natural. Al pie de la baranda, queda todavía un poco de agua lodosa estancada entre los juncos: escepcional criadero de mosquitos y basurero favorito de los visitantes.
Así, las familias toman el sol, sobre sus sillas plegables, ocupando los espacios vacíos entre una parrilla y otra, comen su choripán, toman Fanta y celebran con helado, mientras los niños en traje de baño, usan sus baldes y palas para construir castillos de arena imaginarios.
Al fondo del paseo, toca una ruidosa banda y más allá crece un parque lleno de agapantos y rosas, donde una madre grita a sus ineptos hijos para que recuperen algo que ha perdido entre las espinas.
En este punto del paseo, los mosquitos se despiertan, las piernas empiezan a cansarse y el sol se va escondiendo. Damos la vuelta, deshacemos los pasos y volvemos a casa.