Me gustan los colombianos, porque se parecen a mí. Cantan las mismas canciones que yo canto, bailan, las mismas canciones que yo bailo y conversan con la misma emoción. Comen arroz atollado y suspiran por la aguapanela con limón, y, como yo, extrañan los paseos a finca, con sancocho al aire libre, música y piscina (o quebrada).
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