jueves, 27 de octubre de 2011

Caminando

Hoy me traje caminando la tristeza. Es más fácil así, en bajada, porque pesa con ganas sobre mis hombros. Al principio me dejo rodar por la loma escuchando los gritos de los pájaros. Ya después tomo impulso y me lanzo a toda velocidad. La ciudad me espera abajo con sus gritos sordos y los pericos me animan desde los árboles mochos. Hay gente que me mira como si no entendiera la tristeza (o la alegría) y yo sigo rodando como si no los viera, porque ya me puse los audífonos y el mundo no tiene nada de real. Me lanzo a caminar o a correr y el vacío se me instala en la cabeza; una pantalla blanca se planta frente a mis ojos, proyectando lo que nadie ve y las canciones me hablan como si todas, todas las hubieran escrito para mí. Vengo con impulso y no oigo ni veo, no entiendo. Cuidado, no acepto señales de alerta.

sábado, 23 de julio de 2011

Viento

Me gusta cuando empieza a levantarse la quietud... se va convirtiendo en brisa y luego es viento y después sopla tan fuerte que parece que fuera a llevárselo todo, hasta las tristezas, y que el mundo fuera a empezar de cero.
Aun con miedo a los tornados, cuando los árboles se entregan al viento me gusta imaginar que de repente van a volar con todo, de raíz, que los edificios van a desprenderse del suelo y que se irán volando a no sé donde.
No yo, al menos eso imagino, aunque lo pienso y no estaría tan mal irse volando con el viento, menos ahora que la quietud se me ha ido instalando tan fuertemente en el pecho y que mi pelo, siente tantas ganas de bailar.

lunes, 13 de junio de 2011

Contra el suelo

La calle me recibió con su tacto de papel de lija. Sentí que algo en mí se rompía, como un jarrón de porcelana; me abandonaron las fuerzas y por un instante no quise levantarme del suelo y más bien agaché la cabeza como si me recostara. No fue miedo, fue una especie extraña de desesperación, de deconsuelo, y unas ganas no probables de dormir ahí, sobre el suelo, sobre la calle, de dejarme ir, de liberarlo todo para que se lo tragara el pavimento. Llegó la gente, con un gesto no conciente estiré la mano y dejé que el mundo me levantara. Mis pies se movieron y pareció que volvía la normalidad, pero el agua de mi jarrón de porcelana me iba inundando por dentro, hasta la garganta y más arriba para fugarse por mis ojos. Cuando no pude respirar dejé que me venciera el dolor y me deshice en lágrimas.

martes, 31 de mayo de 2011

Mi árbol

Floreció cuando menos lo pensé. Tú habías dicho que era un árbol triste, que no había buenas razones para pintar un chamizo y que ahora a mi pieza, con él, había llegado el invierno. Pero a las ramas grises les llegaron capullos y el sol los fue tiñendo de azul. El otoño se volvió primavera y los pájaros empezaron a visitarme. Ahora hay flores en el aire y mi pieza se llenó del aroma de mi árbol gris, de mi árbol-chamizo, de mi árbol-mural frente a la cama.

sábado, 28 de mayo de 2011

Tarde de lluvia

No me gustan estas tardes de lluvia; me salpican de nostalgia. Mis pies se acurrucan en un rincón de los zapatos mojados y esquivo los charcos mientras escribo nombres en el viento helado. Con tu nombre mi pie va al agua. La lluvia se me roba las palabras, la tarde, gris de nubes, me borra los pensamientos dulces y mi sonrisa emparamada queda colgando de mi boca. Entre las cejas se me acomodan todas las tristezas y me provoca lanzarme al viento para que me lleve lejos, tan lejos como a ti, y poder al menos acurrucar esta tristeza entre tus brazos.

domingo, 17 de abril de 2011

Domingo

Hoy es un domingo más de caminar por la cuerda floja. Al primer paso todo parece estable, cabeza erguida y una buena sonrisa, pero cuidado con los pasos en falso. En un domingo como estos es muy, muy fácil entregarse a la pena. Viene y te coquetea, como quien no quiere la cosa. Se te asoma a la ventana o se te cuela por la boca. Hoy quiero decirle que no, quiero quedarme con las ganas de hacer todo lo que nunca hago, y quedarme con las ganas, quiere decir quedarme del lado de las ganas, no aguantármelas. Aunque de pronto la tarde con su casi de noche me golpee fuerte y tenga que salir otra vez corriendo a zambullirme en la calle, para olvidar. Sobre todo ahora, que el gris noche llega temprano, con el primer aguacero, justo a la hora de la siesta.

domingo, 3 de abril de 2011

Soledad

Así son los días en que me siento sola. Así con el sol reluciente, los pajaritos cantando y el papá que ronca a la hora de la siesta. Son días brillantes para recordarme que estoy acá encerrada sin saber que hacer con la vida. A los amigos los imagino todos muy ocupados, entretenidos. La cobardía me crece desde el estómago hacia la garganta. La cabeza se siente mareada de angustia. Los días en que me siento sola, ni siquiera pensarte me reconforta. Ni siquiera imaginarme que vas a llegar de pronto. Los días en que me siento sola, me arde un vacío adentro y me toca empujarme a la calle para no morir de absurdo, para no entregarme de lleno al desaliento.