lunes, 13 de junio de 2011

Contra el suelo

La calle me recibió con su tacto de papel de lija. Sentí que algo en mí se rompía, como un jarrón de porcelana; me abandonaron las fuerzas y por un instante no quise levantarme del suelo y más bien agaché la cabeza como si me recostara. No fue miedo, fue una especie extraña de desesperación, de deconsuelo, y unas ganas no probables de dormir ahí, sobre el suelo, sobre la calle, de dejarme ir, de liberarlo todo para que se lo tragara el pavimento. Llegó la gente, con un gesto no conciente estiré la mano y dejé que el mundo me levantara. Mis pies se movieron y pareció que volvía la normalidad, pero el agua de mi jarrón de porcelana me iba inundando por dentro, hasta la garganta y más arriba para fugarse por mis ojos. Cuando no pude respirar dejé que me venciera el dolor y me deshice en lágrimas.

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