jueves, 4 de febrero de 2010

Navegando

Me pasé dos días navegando por las calles de Buenos Aires, bajo mi diminuto paraguas. Cuando el viento soplaba fuerte, lo usaba como vela, mientras me deslizaba, con mis chanclas de caucho, sobre las baldosas con que algún arquitecto, que poco o nada sabía de la vida, decidió cubrir los andenes de esta ciudad. Chorreando agua desembarcaba en el trabajo, para unas horas después volver a embarcarme en una nueva aventura que me llevaría a mi casa, donde la gotera del techo ya había inundado la sala. Entonces a nadar hasta la cocina para servirse un vaso de agua. ¡De agua! Como si no fuera suficiente con tanta lluvia. Y es que en esta ciudad, el calor no le teme a nada, ni siquiera a las tormentas, y por eso, los que vivimos en ella, nos la pasamos sudando bajo la lluvia.

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