lunes, 30 de noviembre de 2009

Cuando escampa

Ya no llueve. Ya las caras no se esconden tras los paraguas y los hombres vuelven a acechar a las mujeres, recostados a las paredes, con sus miradas de lobos hambrientos.
Como hace calor, los hombres recorren las piernas de abajo a arriba, deteniéndose justo antes de las caderas con la esperanza de que un viento repentino levante la falda. Todo para encontrarse con un calzón gigante o una diminuta tanga brasilera o, si tienen mucha suerte, nada. Suerte porque en sus fantasías, la chica que no usa nada se acuesta con todos. Pero y ¿qué si al seguir subiendo se encuentran con un pecho achicharrado por el sol y dos senos aprisionados en un brassier de hierro, para evitar que se prescipiten hasta la cintura, y más arriba, los espera una cara estirada hasta la transparencia, rematada por tres mechas de pelo requeteteñido?

Los hombres como lobos siempre tienen hambre, no importa cuantas veces hayan comido. Los hombres como lobos siempre tienen ganas de un manjar mejor que el anterior.

No hay comentarios:

Publicar un comentario