miércoles, 9 de diciembre de 2009

Epiléptico

Un día epiléptico, de sacudidas, de poseídos.
Por la calle deambulan los locos, poseídos por la cordura, deteniéndose frente a las vitrinas para tiritar sus miedos y estremecernos con sus gritos de ausencias. Luego caen al piso en sacudidas, robándole a la calle su afán de siempre, para devolvérselo convertido en temblor, en el temblor de no saber que hacer, pero querer hacer algo.
Y nadie hacía nada; todos se movían nerviosos y hablaban sin parar, mientras la mujer seguía sacudiéndose sobre la acera con los labios morados.
En la cama, el despojado se sienta y se siente. En otro mundo se siente, no en éste donde yo le grito que pare ya, que no está donde cree, pero él cree más de lo que creo y me dice que espere, que ya va, que no puede ahora.
Me levanto de la acera y camino, cuando la parálisis de la angustia me abandona. Mi ritmo me espera, listo para abrazarme de nuevo, y yo, bajando las escaleras del subte, vuelvo a entregarme a él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario