A gritos me dijo el cuerpo que me quedara en la cama. Primero empezó a susurrarme con un dolorcito en los huesos, luego subió la voz haciéndome sonar la nariz y por último se puso a gritar tan fuerte, que me dejó un insoportable dolor de garganta. Por eso estoy en la cama, viendo buenas películas, leyendo buenos libros, escribiendo una que otra cosa y descansando... ¡que castigo!
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