jueves, 3 de diciembre de 2009

Viento frío

La angustia me robó el sueño anoche. Como un viento frío se me caló en los huesos sin dejarme dormir. Angustia por el avión que despegó sin mí esta mañana y que allá estará ahora, sobrevolando la cordillera. En la tarde, los pasajeros se tomarán un jugo de tomate de árbol o comerán sapito en el Astor del aeropuerto, y yo, yo voy a estar aquí sentada, en la misma silla de siempre, espantando los mosquitos del verano.

Ojalá alguno se acuerde de abrazar a mi mamá por mí. Ojalá alguno sepa que el avión no quiso esperarme, que no quiso entender que solo tuviera libre el fin de semana, o que no quisiera irme todavía, al menos no del todo, sólo por un ratico...

Se fue el avión sin mí y ni siquiera alcancé a hacerle encargos: un jugo de maracuyá y otro de tomate de árbol, diez almojábanas, dos sapitos del Astor, la familia, la tía, una milhoja de las tres, natilla con buñuelos, los alumbrados del río, los amigos, un ron...

Ojalá Alejo traiga una maleta grande, porque pienso encargarle a Medellín en pedacitos.

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